Este grupo de descerebrados necesita muy poco para buscar una razón que le permita enfocar su odio hacia algo o alguien. Un árbitro, un linier, un jugador del equipo rival que se tira o que da una patada a uno de los suyos (como si los suyos no repartieran cuando fuera necesario), o un ex – entrenador que vuelve a casa, después de traicionarles un par de temporadas atrás.
Sin entrar a valorar el manido tema de traidor o no, sin usar una vez más el tópico de “¿qué hubieras hecho tú si te quintuplican tu sueldo?”, sin demagogias, sin lugares comunes, dejando todo a un lado. ¿A qué están jugando algunos personajes que por desgracia tienen cierta capacidad de movilizar masas, masas que por otra parte están mayoritariamente ocupadas de esos fanáticos descritos anteriormente?.
Ya voló una vez una botella con destino la cabeza del mismo protagonista, ya lo dejó inconsciente y ya hubo lugar a discursos de buenas intenciones en los que siempre acabábamos estando de acuerdo en algo: “Señores, que esto no es más que un deporte”. Pasa el tiempo, se borran los recuerdos y aquí estamos otra vez, siendo testigos de la irresponsabilidad de quienes amparándose en el amor a unos colores preparan una campaña de odio y desprecio hacia un entrenador rival.
Si el domingo vuela otra botella de plástico, o de cristal, o vuela un cuchillo siempre les quedará aislar el problema, tachar de loco al agresor, y a otra cosa mariposa. Pero aquel que tranquilamente en el calor de su casa, con su batín y su cafelito estuvo escribiendo en su blog enviando a sus tropas a la guerra tendrá las manos manchadas de sangre.
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